Bruja: Mujer sabia

Bruja: Mujer sabia

ORIGEN DE LA PALABRA

La palabra bruja significa «mujer sabia».

En Egipto, Baq se usa para nombrar el poder femenino, «mujer que conoce las palabras mágicas».
Etimológicamente, en español se escribía con x, y en su forma más primitiva respondería a la forma bruixa, en catalán.

El primer documento en el que aparece esta palabra data del siglo XIII, de posible origen ibérico o celta. Brixta quería decir «hechizo», en lengua celta.
Tanto en la cultura celta como minoica y, antes aún, en el Paleolítico, las mujeres eran respetadas y honradas; eran sacerdotisas, pitonisas y sanadoras. Tenían un profundo conocimiento sobre la naturaleza y mantenían un estrecho vínculo con todos los seres vivos. Ellas eran expertas en el estudio de los árboles, ellas encendían y sostenían el fuego, mantenían la luz y el calor para su comunidad; eran ellas quienes recogían, clasificaban y experimentaban con las plantas.

Maravillados por la vida que crecía en el cuerpo de una mujer, estos pueblos confiaban a las mujeres el mantenimiento y custodia de estos conocimientos, así como la responsabilidad de trasmitirlos de generación en generación.

Hace mucho tiempo la palabra bruja tiene una connotación negativa; le debemos mucho a Disney, a los cuentos escritos para asustar y culpar de varios de los males de este mundo a las mujeres, a la mitología clásica y las religiones que han apoyado y sostenido esta tesis a través de mitos como Pandora, Eva, Lilith, Circe… La palabra bruja es usada para ofender e insultar, para hablar de la mujer como un ser que utiliza sus poderes para hacer el mal.

Nada más lejos.

 

 

SABIDURÍA FEMENINA

El poder femenino de la autoafirmación, autodeterminación, independencia económica y sexual; la potencia de una mujer empoderada, segura de sí misma, que no se confunde en el otro sino que se escucha, es lo que hizo que a estas mujeres se les empezara a reconocer como un problema. Mantenían un contacto estrecho con la naturaleza, conocían de plantas y medicinas (pócimas) que sanaban y socorrían a su comunidad, ayudaban a las otras mujeres a dar a luz, vivían solas, no necesitaban de un hombre para mantenerse, decidían lo que era bueno para ellas desde la independencia.

Estaban alejadas, a fin de cuentas, del sistema que siempre se les había impuesto.
Y fue entonces que esta hermosa palabra de solo cinco letras pasó a demonizarse, porque una mujer para estar sola, debía de haber hecho un pacto con el diablo, de lo contrario, no se entendía.

Les quitaron las hierbas, las flores y las palabras, las persiguieron, las torturaron y las quemaron, y así, se inoculó, en el imaginario colectivo, la visión de que ese tipo de mujeres eran malas. El miedo se propagó, se acallaron la voces sabias, se les prohibió hablar de su saber… se crearon universidades y se les negó la entrada.

Del otro lado, se creó a la princesa, a la mujer perfecta, a la que espera, a la que obedece, a la que se calla, a la señorita delicada y fina. Una princesa no brilla por si misma, sino que refleja la luz de los demás. Una princesa está encerrada en una torre aguardando el desenlace del torneo que decidirá con quién se casará; mientras, ella calla y acepta

Entonces la mujer perdió su poder real, su luz propia.

 

 

CAZA DE BRUJAS, o lo que es igual, de MUJERES SABIAS

Las grandes persecuciones de mujeres se produjeron durante el Renacimiento, hacia el 1400, y se potenciaron a partir de 1560, llegando hasta finales del siglo XVIII, cuando Anna Göldi fue decapitada en Glaris, Suiza, en 1782.
«La bruja —escribe Guy Betchel— fue una víctima de los Modernos y no de los Antiguos»
(Betchel, 1997)

La Inquisición persiguió a las brujas pero las condenas de los tribunales civiles fueron aplastantes: «En cuestiones de brujería, los jueces laicos resultaron ser más crueles y más fanáticos que Roma».
Los protestantes, apelando a dos líneas del Éxodo que dicen «no permitirás que viva la hechicera», ejecutaron en Ginebra a 35 mujeres.

«Las persecuciones ilustran, para empezar, el empecinamiento de las sociedades en encontrar regularmente un chivo expiatorio para todos sus males, y en encerrarse en una espiral de irracionalidad inaccesible a toda argumentación sensata, hasta que la acumulación de discursos de odio y una hostilidad obsesiva justifican pasar a la violencia física, percibida como una legítima defensa del cuerpo social,

La demonización de las mujeres calificadas de brujas tuvo por cierto mucho en común con el antisemitismo. Antiguamente el aquelarre se conocía como “sabbat”, y se hablaba de la “sinagoga” de las brujas, que eran sospechosas de conspirar, como los judíos, para destruir la cristiandad, y las representaban, como ellos, con la nariz ganchuda»
(Chollet, 2019, pp. 13-14-15).

El nacimiento del mito de la bruja coincide más o menos, en 1454, con el de la imprenta.
La obra de dos inquisidores, Henri Institoris y Jakob Sprenger, El martillo de las brujas (Malleus maleficarum), publicado en 1487, alcanzó los 30 000 ejemplares en Europa, durante las grandes persecuciones. El martillo de brujas sostiene una alucinación colectiva; la obra afirma: «Si no existiera la malicia de las mujeres, incluso sin tener en cuenta a las brujas, el mundo se libraría de innumerables peligros». Débiles de cuerpo y de espíritu, motivadas por un insaciable deseo de lujo, se las presuponía presas fáciles para el diablo.

Cualquier mujer que destacara podía suscitar la vocación del cazador de brujas:
-Faltar a misa o ir demasiado seguido a la iglesia.
-Contestarle a un vecino.
-Exigir algo para sí.
-Tener un carácter demasiado fuerte…

François Guizot ,en 1864, nos relata: «En todas las antiguas acusaciones de brujería en Inglaterra, nos encontramos constantemente con el epíteto STRONG, asociado a la palabra WITCH como calificativo especial y aumentativo».

«Siglos de odio y oscurantismo parecen haber culminado con este estallido de violencia, nacido del miedo que suscitaba el lugar cada vez más importante que ocupaban las mujeres de entonces en el espacio social»
(Miles Framklin 1879-1974).

«Allá donde encuentre la palabra Bruja magnetiza mi atención, como si anunciara siempre una fuerza que podría ser mía. Te remite a un saber telúrico, a una fuerza vital, a una experiencia acumulada que el saber oficial desprecia o reprime.
Es un arte que se perfecciona sin interrupción a lo largo de toda la vida, al que te consagras.
La Bruja encarna a la mujer liberada de todas las limitaciones; es un ideal hacia el que tender, ella muestra el camino»
(Mona Chollet, periodista suiza, jefa de redacción de Le Monde Diplomatique).

 

 

BIBLIOGRAFÍA

  • Betchel, Guy La sorcière et l’Occident,Plon, París, 1997
  • Chollet Mona, Brujas ¿Estigma o la fuerza invencible de las mujeres?, Penguin Random House Grup, Barcelona 2019.
  • Lara, María Pasaporte de bruja. Volando en escoba, de España a América, en tiempos de Cervantes, Alderabán Ediciones, 2016.
  • National Geographic, ¿Cuál es el origen de la palabra bruja en inglés y español?, 31 de octubre, 2019.
  • Zamora Calvo, María Jesús y Ortiz, Alberto, Espejo de brujas, mujeres transgresoras a través de la historia, Abada Editores, 2012.