Lilith

Lilith

En la antigua religión de Mesopotamia y Babilonia, Lilith era la "Doncella Formosa", dueña de una belleza legendaria que dio nacimiento a la Luna. Su nombre estaba asociado a un búho - símbolo de la sabiduría -, a la noche y a la Luna, siendo una traducción de "piar", o el grito del búho.
Más tarde, Lilith pasa a ser representada como un demonio en las leyendas islámicas y hebraicas.

En el mito patriarcal, se convirtió a Lilith en un demonio cuando se atrevió a desobedecer a Adán. Para nosotras su mito es el de la primera mujer feminista. La que decidió respetarse, reclamar su igualdad, vivir en libertad, aunque el precio que tuvo que pagar fuera el del exilio social, al igual que todas las mujeres que vinieron después que ella y no quisieron vivir sumisas en un mundo creado para y por hombres.

Lilith, para muchas de nosotras, es el arquetipo de la mujer completa en sí misma, que no necesita la aprobación de nadie para vivir su vida.

 

Altar del Alma 8M

 


Toca entonces nombrar a Judith Plaskow, la primera autonombrada teóloga feminista judía. En la década de los 70’ se juntó con otras mujeres judías para hacer uso de la Midrash, por medio de la cual se pueden revisar y modernizar las escrituras, por primera vez en 800 años, las intérpretes eran mujeres, y no hombres. Juntas decidieron narrar el mito de Lilith desde su perspectiva.

La versión que retomaron es parte de un compendio sobre las Escrituras redactados por Ben Sira en el año 180 a. C. www.bensira.org

En esa historia, Lilith –creada a partir del barro, como Adán, y no de su costilla– se niega a acostarse debajo de Adán. Si ambos fueron creados de la tierra, argumenta, no hay razón para que su destino sea estar abajo de él. No consiguen entenderse y, al poco tiempo, Lilith pronuncia el nombre íntegro de Dios y sale volando por los aires del universo. Enseguida Adán invoca a Dios, quien manda a tres ángeles diligentes en su búsqueda: la encuentran en el mar (Rojo), en las aguas tumultuosas donde los egipcios mueren. Cuando amenazan con ahogarla, ella les responde que no ha sido creada sino para hacerle daño a los recién nacidos de ocho días de edad, y de veinte días si son niñas. Finalmente, Lilith acepta que cada día mueran cien de sus hijos demonios y jura, por el nombre del Dios vivo y presente, dejar en paz a los recién nacidos que lleven los nombres o las formas de los tres ángeles inscritos en un amuleto.

La historia que creó Judith Plaskow y su grupo de teólogas judías interpreta que Lilith y Adán son iguales en todos los aspectos y explica la ruptura de la primera pareja en el carácter autoritario de Adán, quien se negó a reconocer la igualdad entre uno y otro. “Tráeme mis higos ahora mismo”, le ordena, al tiempo que pretende relegarla a las “tareas cotidianas del jardín del Edén”(1). Lilith, por no estar dispuesta a asumir ese pasivo rol, pronuncia el nombre sagrado de Dios y abandona el Edén. De inmediato, Dios crea a la servicial Eva de la costilla de Adán. Un día la segunda mujer de Adán se encuentra a Lilith en los límites del jardín y descubre que no es el demonio responsable de la muerte de los recién nacidos –como le había dicho Adán–, sino una criatura igual a ella. Las dos mujeres se reúnen para conversar: cada una cuenta su historia, ríen, lloran, y poco a poco se crea entre ellas una relación de sororidad. Mientras tanto, Dios y Adán temen el día en que Lilith y Eva regresen al Edén para reconstruirlo en sus propios términos.

A primera vista, parece que el nuevo mito de Lilith es un invento, algo que no debe tomarse en serio, un juego feminista sin mayores consecuencias. Nada más lejos de ello. La tradición judía reconoce la posibilidad de volver a contar las historias de los libros sagrados desde una perspectiva contemporánea. Es costumbre que los rabinos redacten un midrash cuando encuentran una omisión, o bien, cuando un fragmento contradice a otro.

Plaskow también quiso documentar el proceso mediante el cual se redactó este nuevo mito. La teóloga y sus colegas, como tantas otras, solían reunirse en grupos de conciencia para hablar acerca de lo que implica ser mujer. La desigualdad de género iba revelándose por medio de las historias personales que compartían –y que abarcaban temas como la familia, la sexualidad, el trabajo, el mundo del arte y la religión. De ahí que en esta versión del mito, Lilith y Eva se sienten a conversar durante horas. Si la narración insiste en ello es porque esta organización de las bases fue crucial para el movimiento feminista: el reconocimiento que se da mediante el diálogo es la base de la sororidad y de la alianza que las llevará a reconstruir su sociedad.

(1) Judith Plaskow, The Coming of Lilith. Essays on Feminism, Judaism and Sexual Ethics, Boston, Beacon Press, 2005, Kindle, loc. 493/4297.

Agradecemos a Sandra Barba (Ciudad de México, 1986, . y a la web letraslibres.com,  por vuestra dedicación e investigación profunda, esta entrada ha sido redactada gracias a la bella y profunda información que compartís.